Un poco italiano, algo francés y 100% lujurioso, este bocata es un plan perfecto para cualquier picnic o cena sabrosos, frescos y vegetarianos.
Bocadillos. Ay, bocadillos, cómo me gustáis: generadores de felicidad entre dos trozos de pan, placer elevado al máximo exponente, la ecuación esfuerzo/gustirrinín (volando por los aires) tendiendo a cero (gracias por la correción a Jacinto, un amable lector que sabe mucho más de mates que yo). Y cuántos disgustos me habéis dado también en trenes, aeropuertos, estaciones de servicio y bares o restaurantes que no os tratan como debéis, y os mancillan con pan chicletoso y rellenos escasos de segunda regional.
Ahí va mi humilde homenaje a vuestra existencia, en forma de una de esas recetas que de puro simple casi no merecen ni ese nombre. Queso, tomate deshidratado, rúcula, limón y aceitunas para una explosión de sabor que solo pide un buen pan para llevarte a la estratosfera. Si lo vais a tomar en casa, podéis darle un golpe de calor a la barra/rebanadas antes de montar el bocata: ayudará a que el queso esté todavía más apetecible y puede devolverle la vida a un pan (un pan bueno, insisto, si es una porquería no hay nada que hacer) que se haya quedado algo duro.